Hablar siempre se ha considerado un arte. La capacidad de encantar a un público, de cautivarlo y de hacer malabarismos con sus emociones tenía su lugar como retórica en el arte de contar historias. Nuestra formación de oradores incluye todos los aspectos de una retórica que implica a la persona en su totalidad. Cada aspecto de la personalidad fluye hacia la voz y, como tal, se expresa a través de ella.